Midiendo la consciencia

Por César Tomé López, el 16 octubre, 2014. Categoría(s): Neurociencia ✎ 9

Suelo decir que cuando puedes medir aquello de lo que estás hablando y expresarlo en números, sabes algo acerca de ello; pero cuando no lo puedes expresar en números tu conocimiento es precario e insatisfactorio; podría ser el comienzo del conocimiento, pero en tus pensamientos habrás avanzado escasamente a la fase de ciencia, sea la materia la que sea. William Thomson (Lord Kelvin)

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A comienzos del siglo XX hubo personas que se aprestaron a llevar a la práctica esta idea de Kelvin en ámbitos hasta entonces inexplorados. ¿Cómo se podía afirmar que existía el alma si no se había medido? Las mediciones “cuidadosas” de un médico llamado Duncan MacDougall determinaron que el alma pesaba 21 g. The New York Times se hizo eco de la noticia en su edición del 10 de marzo de 1907, granjeando fama secular al médico y, a pesar de que se demostró que era imposible medir con ese nivel de precisión con el instrumental del que disponía, creando una leyenda urbana sancionada repetidamente por Hollywood. Esta es la fuerza de medir.

Hoy día la existencia de un alma inmortal no es más que una hipótesis innecesaria. La consciencia, el yo, no es más que la consecuencia del funcionamiento de un encéfalo modelado por la evolución y sujeto, por eso mismo, a determinados sesgos cognitivos. Y, sin embargo, la consciencia se resiste a ser pesada, a ser medida y, quizás por ello, a pesar de todo el esfuerzo, las discusiones y el ingenio de los investigadores durante generaciones, la neurociencia aun tiene dificultades para definir qué es la consciencia

Pero como lo óptimo es enemigo de lo bueno, puede que exista una forma de medir si una persona es más consciente que otra. Steven Laureys, del grupo de ciencia del coma de la Universidad de Lieja (Bélgica), viene trabajando con el grupo de Marcello Massimini, de la Universidad de Milán, en el desarrollo de formas de medir cómo el encéfalo responde a la estimulación.

En un experimento con sujetos sanos repartidos en tres grupos (despiertos, dormidos y anestesiados) tenían intención de aplicar un pulso electromagnético al cuero cabelludo y observar y registrar la subsiguiente cascada de actividad encefálica.

Este habría sido un experimento más, con un interés limitado, si no fuese porque al grupo se unió Giulio Tononi, de la Universidad de Wisconsisn en Madison, que lleva toda su vida trabajando en la naturaleza de la consciencia (suya es la idea, ahora un lugar común, de que está asociada a la capacidad del encéfalo de integrar información). Para el estudio de Laureys y Massimini Tononi diseñó una herramienta matemática capaz de cuantificar la extensión y la calidad de la respuesta a la estimulación. Los investigadores decidieron ampliar el estudio para incluir sujetos en distintas fases del sueño, distintos estados de salida de coma y distintos anestésicos.

La medida, en forma de índice (índice de complejidad perturbacional, ICP), se obtenía estimulando el encéfalo con un campo magnético en un pulso breve, usando una técnica no invasiva llamada estimulación magnética transcraneal, y registrando la complejidad de la respuesta con electroencefalografía. Los investigadores comprobaron que los electroencefalogramas variaban con los sujetos dependiendo de su estado de consciencia.

El ICP era alto en los sujetos sanos despiertos, pero aproximadamente la mitad durante la inconsciencia inducida por la anestesia y en algunas fases del sueño profundo (sin sueños). El ICP era muy bajo para las personas diagnosticadas como vegetativas. Los pacientes con daño encefálico diagnosticados como estado mínimamente conscientes o síndrome de enclaustramiento presentaban un índice intermedio entre los dos extremos.

Otras aproximaciones al problema, como el uso de señales acústicas en vez de la estimulación magnética solo han demostrado ser útiles para comparar grupos de sujetos, no individuos. Esta es la principal virtud y utilidad del ICP: determinar el nivel de consciencia absoluto de una persona.

El disponer de una medida como el ICP puede, por ejemplo, ayudar a monitorizar el estado de una persona bajo anestesia general, para asegurarnos de que no se vuelve consciente en medio de la cirugía; o, sabiendo que hay pacientes vegetativos que se recuperan con el tiempo, saber cuándo y a qué ritmo reinician la recuperación; o, incluso, puede ser una ventana dentro de la mente de un enfermo de alzhéimer en esa fase de la enfermedad en la que el paciente parece que no responde a ningún estímulo (¿significa esto que no tiene “vida interior”?).

Pero, aparte de las aplicaciones médicas, el ICP también puede ser una medida de la variabilidad de la consciencia en las personas sanas. Todos conocemos personas que se dan cuenta antes de que un coche viene demasiado rápido, o que parecen que están «más despiertas» porque pueden leer un libro y seguir un programa de televisión al mismo tiempo sin olvidarse de que tienen la comida en el fuego.

La cuestión trascendente es: si el ICP es capaz de medir lo bien que las distintas regiones del encéfalo se comunican entre sí sin la participación consciente de los individuos, ¿estamos ante una medición de la consciencia propiamente dicha?

Referencia:

 Casali A.G., M. Rosanova, M. Boly, S. Sarasso, K. R. Casali, S. Casarotto, M.-A. Bruno, S. Laureys, G. Tononi & M. Massimini & (2013). A Theoretically Based Index of Consciousness Independent of Sensory Processing and Behavior, Science Translational Medicine, 5 (198) 198ra105-198ra105. DOI: http://dx.doi.org/10.1126/scitranslmed.3006294



9 Comentarios

  1. Me vais a personar, pero «no lo veo»… ¿como se puede pesar o llegado el caso incluso cuantificar una consciencia?

    A menos que ande muy, pero que muy equivocado, el «yo», la «consciencia» o «alma» si así queremos definirlo, vendría a ser un «programa» que corre sobre una maquinaria orgánica llamada cerebro. Con un numero finito de neuronas que trabajan sobre conexiones químicas transmitiendo señales eléctricas. El «yo» vendría a ser como un «programa» (aquí vendrían ya las discusiones sobre si es un sistema algoritmico o no) que corre sobre esa maquinaria, evolucionando con el paso del tiempo hasta su desaparición a falta de un hardware que la soporte.

    Llegados a este punto, y aquí cojo las ideas de Penrose sobre esta materia, ese «programa» se podría en principio cuantificar o incluso describir en una serie finita de datos, pero eso nos lleva a otro lugar, y es que una novela no es el papel y la tinta sobre el que se escriben, ni los campos magnéticos en los que se almacena en un disco.

    Sin duda el campo es interesante, pero a veces creo que intentar cuantificar estas cosas, es como pretender cuantificar la calidad de una obra literaria o una pintura. Es posible desde luego hacer medidas grosetas y bastas sobre si «que tiene mas consciencia, un ratón o un ser humano» (uno normal aclaro, corren por ahi algunos que generarían dudas) pero vamos… supongo que hay campos en los que una «medición» de este tipo sería sin duda útil, pero a veces me parece que se está jugando a contar cuantos ángeles pueden bailar en una cabeza de alfiler.

  2. Un campo apasionante, que, el día que se desarrolle, cambiará muchos de nuestros conceptos, como vida, inteligencia, asociada o no a un ser orgánico, bueno, eso es ya más ciencia ficción.

  3. «La consciencia, el yo, no es más que la consecuencia del funcionamiento de un encéfalo modelado por la evolución y sujeto, por eso mismo, a determinados sesgos cognitivos.»

    Ese es un supuesto tan falsable como el que se anuncia antes (existencia de alma inmortal).

    Idealismo vs Realismo

  4. Una cita de William Thomson, Lord Kelvin

    I often say that when you can measure what you are speaking about, and express it in numbers, you know something about it; but when you cannot express it in numbers, your knowledge is of a meagre and unsatisfactory kind; it may be the beginning of knowledge, but you have scarcely, in your thoughts, advanced to the stage of science, whatever the matter may be.

    Lecture on “Electrical Units of Measurement” (3 May 1883), published in Popular Lectures Vol. I, p. 73.

    https://archive.org/stream/popularlecturesa01kelvuoft#page/72/mode/2up

    La popularidad de esta cita es indudable. Lo que sí me parece bastante dudoso es que el mismo Kelvin quisiera aplicarla en otros ámbitos más allá de las ciencias empíricas.

    La cita me recuerda otras palabras atribuidas infinidad de veces a Galileo: «mide lo que puedas medir, y haz medible lo que no puedas medir». Sólo que en este caso, aunque también sea muy popular, parece que la cita es apócrifa (yo no he conseguido localizarla en las obras completas de Galileo).

      1. La risposta é semplice: il testo di Lord Kelvin é autentico, io ho semplicemente fornito il testo e la citazione originali. Invece il testo di Galileo é apocrifo (al meno io no l’ho mai trovato nei suoi scritti). Quindi non era così importante scriverlo in italiano. Comunque, eccolo nella forma più frequentemente trovata sull’Internet: «Misura ciò che è misurabile, e rendi misurabile ciò che non lo è.»

        Saluti!

  5. Eso de «cuantificar lo que no se puede cuantificar» me recuerda en cierto modo a los populares «tests de inteligencia», que en realidad miden la capacidad… para resolver esos tests. A la postre son una herramienta relativamente útil, pero que no puede tomarse como una cuantificación efectiva. Claramente una persona con mucha inteligencia sacará mejores datos que una que no lo sea, pero pretender cribar muy fino con este tipo de herramientas suele ser un error.

    Claro está que cuantificar si una persona está mas o menos consciente tiene multitud de aplicaciones, pero nuevamente veo mas aquí una herramienta útil antes que una medición que nos permita clasificar si una persona despierta es mas consciente o no que otra.

    Al menos por ahora

  6. Yo últimamente he leído algo acerca de las experiencias cercanas a la muerte y las teorías que menejan sobre la conciencia son interesantes, aunque cuestionables claro. Practicamente vienen a decir que la conciencia está en otra dimensión y que nuestros cuerpos y cerebros funcionan como receptores.

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Por César Tomé López, publicado el 16 octubre, 2014
Categoría(s): Neurociencia