La neurociencia como religión

Por César Tomé López, el 15 noviembre, 2014. Categoría(s): Cuaderno • Neurociencia ✎ 11

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Los seres humanos tenemos una imperiosa necesidad de hacer que el mundo adquierasentido. Esta fue una de las claves (ciertamente no la única) y funciones del surgimiento de las religiones. En las culturas no teístas los espíritus son los agentes causales: las enfermedades las causan “espíritus malignos” que entran en el cuerpo, los cambios en el tiempo atmosférico son cosa de los espíritus del viento o de la lluvia. En las religiones teístas son los dioses (únicos, trinos o una pluralidad de ellos) los responsables últimos de todo lo que ocurre. Incluso si no causan directamente los acontecimientos, si la gente enferma, tiene accidentes, muere o se queda embarazada es por la “voluntad de Dios”.

Hoy día muchas personas (ciertamente no la mayoría) han sustituido estas explicaciones divinas por las explicaciones que proporciona la ciencia. Hoy día, para quien lo quiera ver, poseemos una comprensión mucho más racional de cómo funciona el mundo, lo que es probablemente la causa de que la religión no ocupe el papel preeminente que solía en la mayoría de las culturas de los países desarrollados.

Sin embargo, ese ansia de dar sentido al mundo nos juega malas pasadas y tendemos a atribuir a los resultados científicos unas certidumbres que, simplemente, no existen. No es extraño leer o escuchar como, a partir de “un estudio”, se construyen una serie de conexiones que no existen con objeto de encontrar un sentido general. Dicho de otro modo, existe una necesidad cuasi-religiosa de construir una estructura explicativa, que a menudo infla y distorsiona los hechos. Esta necesidad parece ser especialmente perentoria para todo lo que se refiera al ser humano y su comportamiento.

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11 Comentarios

  1. No termino de ver, al menos desde mi punto de vista esta obsesión por hacer coexistir «ciencia» y «religión». Vaya por delante que me declaro agnóstico, lo cual a veces se llama «la solución cobarde», pero ante la falta de pruebas un «no se» me parece (a mi) mas honrado que declarar «no, no hay nada», porque simplemente no lo se, la posibilidad no se mantiene científicamente, y ahí uno puede decidir creer, o no hacerlo.

    En todo caso, la ciencia es ciencia… la ciencia trata sobre lo que sabemos, o lo que no sabemos pero pretendemos descubrir. La existencia de algo que esté «fuera de la ciencia» es por definición algo que no puede hallar la ciencia. Si la ciencia descubre un día respuestas a «porque estamos aquí», o que diablos… el sentido de la vida (y que no sea 42 si es posible) nos inventaremos preguntas fuera del alcance de la misma… en ese momento. Es una carrera o un empeño a la que no le veo sentido.

    La única manera que veo imaginable de que no existan cosas fuera de la ciencia, es que lo conociéramos todo, que no hubiera preguntas, porque todo lo sabemos. Y eso se parece demasiado a ser omniniscente, lo cual creo que sería un atributo «divino» XD.

    El pretender que la ciencia haga de muleta para los creyentes me parece que en si mismo debería de considerarse «falta de fe». Si una persona, dice creer en un Dios, no debería de necesitar «pruebas», ni que la ciencia le certificara que está en lo cierto. Su fe debería de ser bastante, si necesita que la ciencia, que no esta para esas cosas, le haga de muleta para sostener su fe, quizás debería de plantearse si el problema no es que la ciencia descubra lo que el pensaba que era divino, sino que su creencia no es lo bastante fuerte. Que necesita que la ciencia le coja de la manita y le diga «no amigo no… usted tiene razón».

    Y no, la ciencia no le va a decir a nadie si existen o no dioses, la ciencia da respuestas a lo que tenemos en este mundo físico (bueno, en el caso de la matemática haremos una excepción), pero ni su función es dar razones a creyentes de cualquier religión, ni estos deberían de ir en la misma en busca de confirmaciones.

    Parafraseando a un señor que sale en un libro religioso «Al Cesar lo que es del Cesar»… la ciencia da respuestas científicas, el que busque fe en seres divinos, se equivoca de puerta

    1. Para la ciencia es imposible describir una realidad total, la ciencia esta circunscrita a el aplicar el método científico y aquí el cosmos nos impone un sinnúmero de limitantes, ademas tenemos un hecho básico que no nos damos cuenta, «todo constructo racional tiene una base o principio que es emocional»

  2. Respecto al último párrafo, me resulta extraño ya que el autor del artículo sin duda no desconoce la hipótesis evolucionista, esto es, el origen por evolución, selección natural, de las estructuras explicativas, y por tanto la necesidad, biológicamente hablando, de las mismas. Por ejemplo, Castrodeza: «Razón biológica. La base evolucionista del pensamiento».

  3. En primer lugar, agradecer una entrada tan bien redactada. Siempre resulta estimulante leer textos tan bien elaborados, aunque en esencia discrepe amistosa y profundamente de las bases sobre las que se sostiene.

    El escepticismo siempre es sano, y es agradable comprobar que en esencia haces una descripción precisa de aquello que define al método científico. Pero a pesar de que describes bien sus limitaciones, temo que no puedo compartir las conclusiones a las que llegas con tanto convencimiento.

    Recordemos el mítico caso de Phineas Gage, para muchos neurocientíficos el primer gran caso que nos permitió aproximarnos a los secretos del cerebro, o los interesantísimos estudios del gran Luria. Ciertamente, los correlatos son en demasiadas ocasiones la simiente de la ciencia. Pero luego están los hechos.

    ¿Y cuáles son los hechos? Pues los que todo profesional de la medicina conoce. Así como hemos podido comprobar que las ideas de Kepler no eran del todo ciertas pero que se acercaban a la realidad -enviando naves y sondas que han explorado los confines de nuestro sistema solar y nos han permitido constatar cuáles fueron sus aciertos y cuáles sus errores- del mismo modo hemos podido comprender hasta cierto punto cómo funciona nuestro cerebro. No pretendo insinuar que ya conocemos la VERDAD, pero sí aseguro que estamos un poquito más cerca de ella que antes. Si al final seremos o no capaces de alcanzarla, es algo que no me atrevo a profetizar.

    Pero volvamos a los hechos que cualquier lector puede contrastar. Plantearé algunos ejemplos muy claros.

    Como el del enfermo de cáncer al que le fue extirpado un tumor cerebral, y se le permitió elegir el idioma que estaba dispuesto a perder. Aquí servidor ha sido testigo de estas asombrosas operaciones que demuestran que almacenamos nuestro lenguaje en regiones específicas del cerebro (si bien son muchas más las áreas implicadas).
    http://www.elmundo.es/elmundosalud/2008/01/03/neurociencia/1199355214.html

    O el caso de los enfermos de Parkinson a los que se les introduce un electrodo para tratar de estimular el negroestriado y reducir los síntomas de la enfermedad. He visto in situ como un electrodo mal colocado hacía que la persona afirmara que «no se sentía ella misma», describiendo su sensación con un lacónico «es que no soy yo», situación que se revirtió cuando se situó el electrodo en la región correcta.
    http://www.elmundo.es/elmundosalud/2006/09/18/neurocienciadossiers/1158583641.html

    O el uso de la estimulación magnética transcraneal, que permite bloquear la actividad de determinadas áreas del cerebro, hasta el punto de afectar nuestras decisiones morales…

    Pero huyamos de casos tan espectaculares, y vayamos al día a día. Todos sabemos que determinados medicamentos que modulan los efectos de la neurotransmisión cerebral afectan directamente a la manera que tenemos de sentir o pensar. O las demencias: la muerte neuronal en determinadas áreas de nuestro cerebro lleva a sintomatologías específicas que nos permiten establecer diagnósticos más o menos precisos. O las isquemias o las lesiones cerebrales causadas por traumas, que pueden afectar a la memoria, a la personalidad del afectado, etc…

    ¿Qué viene antes, el huevo o la gallina? Una pregunta retórica que los hechos en seguida aclaran. El cerebro es una máquina biológica «diseñada» para responder a los estímulos del entorno, y la evolución natural ha llevado a que esa máquina se fuera sofisticando hasta lo que hoy podemos ver no solo en la especie humana, sino en muchos otros animales.

    El pensamiento mágico es el recurso del ser humano para explicar lo que todavía no conoce. La genética y las neurociencias nos han permitido conocer un poquito mejor cómo funcionan las cosas, pero obviamente todavía no tenemos todas las respuestas. Al contrario, el conocimiento a veces parece alejarse cuando más cosas aprendemos. Pero recurrir al pensamiento mágico para rellenar esos vacío es hacerle un flaco favor al afán por conocer y descubrir horizontes nuevos.

    Un saludo muy cordial, y agradezco de nuevo la entrada, que sin duda invita a la reflexión y a la sana discrepancia.

  4. Si se medita un poco, las razones que llevan a una persona a creer en un dios (yo sí uso las merecidas minúsculas) o dioses son las mismas que le llevaron a creer en el Ratoncito Pérez, que no son más que la simple herencia cultural (de haber nacido en otra época u otro lugar tendría creencias muy distintas). Ahora bien, si el autor también desea declararse agnóstico respecto al Ratoncito Pérez, es libre de hacerlo: nadie tiene la potestad de dirigir nuestras creencias p-e-r-s-o-n-a-l-e-s… o ausencia de ellas. Y, colectivamente, hace mucho tiempo que la Antropología y la Psicología explican muy bien cómo se acaba creyendo en dioses.

    1. No es cierto que la gente crea por cultura, es la típica falacia que se emplea desde el frente ateista. Desde el momento que hay un ente con conciencia y capacidad de preguntarse acerca del ser, la lógica le lleva a cuestionarse cual es el fundamento de su existencia y porque existe algo en lugar de nada y eso le lleva a Dios.

      Esto es algo del todo lógico y razonable, otra cosa es si existe o no. Pero lo que no se puede hacer es igualar todas las creencias entre si, el ratoncito perez y Dios, pues el ratoncito Perez es una invención desde el principio y Dios es una respuesta lógica basada en nuestro razonamiento.

      Por cierto, la Psicologia no explica nada acerca de las creencias, pues hay gente que no cree indistintamente de su cultura, y el ateismo es simplemente una creencia más, se cree que Dios no existe. Reducirlo todo a esos campos me parece ridículo

  5. A veces, más como juego que como otra cosa, pienso en el por qué de los distintos comportamientos humanos desde el punto de vista evolutivo: nos gusta tal cosa porque estamos adaptados a tal otra.
    Y reconozco que a veces se me va la mano y me lo tomo como un razonamiento válido y cuasi-probado… pero bueno, en el fondo es una diversión 🙂

      1. Pues por ejemplo porque nos gusta el sexo cuando a otros animales les produce dolor. Ya sé que me saldrá con la respuesta de porque mediante la selección natural se ha ido filtrando a este tipo de individuos en la especie, y esto ha hecho que transmitan sus genes y no el de los demás. Pero la respuesta de la selección natural ni es ciencia ni es nada, es amoldar la realidad a algo que no se sabe y por arte de magia se acepta porque si. ¿Qué le dice que no hay algo absoluto que gusta? Más que crearse el gusto por selección natural ?

        1. Es una buena pregunta. En principio todo lo que contribuye a la supervivencia debe ser placentero. Comer, beber, dormir son funciones vitales básicas. Los genes que hacen que el cerebro sienta satisfacción por realizar esas actividades se mantienen. Por ejemplo, si los australopitecos comían carne para sobrevivir, es evidente que si en el pasado a algún australopiteco por razones genéticas le resultaba desagradable la carne, el individuo murió de desnutrición y esos genes se perdieron. Lo mismo habría pasado si no pudiera digerir la carne. Por eso a nosotros nos gusta la carne y la digerimos, porque es una fuente de proteínas, que son fundamentales para el organismo. Hemos heredado de nuestros antepasados el gusto por la carne. Lo mismo pasa con el sexo: es placentero porque conduce a la reproducción, es decir a la supervivencia en términos genéticos. En ese sentido la cuestión no plantea ningún problema. Los felinos tienen la particularidad que mencionas, la hembra parece que siente dolor, por el tipo de pene de los machos. Parece que así se activa la ovulación, y la pregunta es por qué se ha seleccionado ese carácter. El dolor es señal de daño, herida o enfermedad, en el peor caso implica la muerte, por tanto el dolor no es adaptativo, así que los seres vivos evitan el dolor, y eso es algo genético, para mejorar la supervivencia del individuo y con ello la de los propios genes que éste lleva. No sé por qué es necesario que la cópula sea dolorosa en las hembras de felino. En los machos la cópula es placentera. De todas formas, las hembras de felino se ven impulsadas a mantener más cópulas con otros gatos a pesar de que les provoque dolor.
          Creo que puede ser similar al parto doloroso en las mujeres: sería algo aparentemente no adaptativo que se ha mantenido porque no había una solución biológica mejor. En el ser humano, el tamaño del cráneo del recién nacido provoca el dolor al pasar por el estrecho canal del parto, y si descartamos que se hubiera reducido progresivamente el tamaño del cerebro porque supondría menor inteligencia, la otra solución sería que se hubiera ensanchado el canal del parto. Pero si el aumento del cerebro ocurrió en un tiempo evolutivo muy corto, no ha dado tiempo a que se ensanche el canal del parto.

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Por César Tomé López, publicado el 15 noviembre, 2014
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