– ¿Está usted seguro de que es aquí?
El taxista se volvió hacia su pasajero:
– Tan seguro como que es de día. 57, Grand Rue, Saint-Maurice. Aquí pasó la última parte de su vida el marqués de Sade, ¿sabe? Es un sitio relativamente popular ¿Quiere que le suba?
El conductor había detenido el taxi en el arco de piedra de la puerta de entrada. El pasajero observó el edificio con aprensión. Construido en el siglo XVII, se erguía en lo alto de una pequeña colina en la que caracoleaba un estrecho sendero. Tuvo que hacer un esfuerzo para recordar qué le había traído allí: la carta que llegó a su despacho, su increíble contenido, la imposibilidad de su remitente de viajar a París y su deseo de conocer al autor de una obra como esa.
– Adelante, suba.
Mientras el taxi escalaba la empinada cuesta el pasajero se decía que quizá el autor era uno de los trabajadores de aquella institución. La elegancia de la demostración de que la parataxia de dos círculos se mantiene invariante tras una inversión, le indicaba que estaba ante una mente bien preparada.
El taxi ya estaba ante la puerta principal. El pasajero, un hombre elegante de unos cincuenta años, pagó al taxista y entró en el edificio a través de la gran puerta cristalera. Se dirigió directamente a la señorita con cofia de la recepción.
– Buenos días. Mi nombre es Jacques Hadamard y quisiera ver a André Bloch.
– Buenos días. Efectivamente, aquí está su nombre – dijo, mientras consultaba una lista – ¿Es su primera visita al Manicomio de Charenton*? Veo por su cara que sí. Por favor, rellene estos formularios mientras aviso para que lleven al señor Bloch a la sala de visitas.
Hadamard, eminente matemático, profesor de la Sorbona y del Colegio de Francia, no salía de su asombro. Ese genio que le había escrito era un lunático. Aquella tarde descubriría que su corresponsal tenía toda una historia que contar, una historia de asesinatos y amor a las matemáticas.
Nacido en 1893 en Besançon, André Bloch fue uno de los tres hijos de un relojero judío alsaciano y su esposa. André y sus hermanos quedaron huérfanos siendo muy niños, siendo criados por sus tíos. André y su hermano Georges estaban en la misma clase a pesar de que Georges era más joven, y es que André no era especialmente brillante en los exámenes. Sin embargo, su profesor del colegio estaba convencido de la capacidad de André y usó sus influencias para que su alumno fuese examinado oralmente para el ingreso en la Escuela Politécnica: librado de las restricciones que le imponía una hoja de papel, André impresionó suficientemente a sus examinadores como para ser admitido en la Escuela, donde su brillante hermano ya se había matriculado por la vía ordinaria. Sin embargo, André y Georges solo pudieron asistir durante un curso, el esfuerzo militar de la I Guerra Mundial demandaba nuevos reclutas.
Ambos hermanos resultaron heridos durante el combate, pero su destino fue diferente. Mientras que Georges recibió una herida en la cabeza, a resultas de la cual perdió un ojo, André sufrió un politraumatismo al caer desde un puesto de observación de artillería; Georges fue licenciado con honor y volvió a la Escuela Politécnica, mientras que a André no se le concedió la licencia, por lo que tendría que volver al frente en cuanto se recuperase de sus heridas.
El 17 de noviembre de 1917, André se encontraba en París de permiso. Acudió a una comida a casa de sus tíos, su hogar durante muchos años, a la que también asistió Georges. Acuchilló a los tres en repetidas ocasiones hasta que los mató. Después salió a la calle corriendo y dando voces, hasta que fue detenido sin oponer resistencia. Habida cuenta de que en el incidente se veían implicados dos oficiales del ejército (ambos hermanos eran tenientes) y de que el país estaba aún en guerra, no se le dio mucha publicidad al caso. El tribunal sentenció a André a ser recluido en el Manicomio de Charenton durante el resto de su vida.
La razón, si realmente la hubo, por la que cometió los asesinatos no está del todo clara. Bloch se justificaría tiempo después ante sus médicos diciendo que estaba cumpliendo con un deber eugenésico. Tal y como él lo explicó, las leyes de la eugenesia eran indiscutibles y sus acciones eran una consecuencia necesaria dado “el historial familiar de enfermedades mentales”.
Aparte de esto y por lo demás, Bloch parecía estar perfectamente cuerdo y dedicaba su tiempo en el manicomio a trabajar en varias pruebas matemáticas. Tomó la iniciativa de escribir a varios matemáticos especializados en los distintos campos que él estudiaba, exponiéndoles sus resultados en matemática pura y aplicada. Aparte de Jacques Hadamard, Bloch mantuvo correspondencia regular con George Polya, Georges Valiron, Charles Emile Picard y Paul Montel. Aunque siempre daba la dirección postal del Manicomio de Charenton como remite, nunca revelaba su condición de interno. Tras la visita de Hadamard, se convirtió en un secreto a voces en la comunidad matemática francesa.
Siendo lo anterior llamativo, lo es aún más si tenemos en cuenta que André Bloch puede ser considerado completamente autodidacta. Todo lo que él sabía de matemáticas lo había sacado de los libros de matemáticas que le habían suministrado en Charenton y de las revistas especializadas a las que se suscribió (incluyendo el Bulletin des Sciences Mathématiques).
Junto con cuatro artículos sobre funciones holomorfas y meromorfas (que ahora son considerados fundamentales), André Bloch escribió y publicó artículos sobre teoría de funciones, teoría de números, geometría y ecuaciones algebraicas, por nombrar solo algunas de las áreas de su interés. Continuó publicando incluso durante la ocupación nazi, pero usando un seudónimo para que su apellido judío no llamase la atención de los seguidores de la eugenesia alemanes.
Bloch se mostró siempre muy interesado por la vida académica francesa, incluyendo las elecciones a la Académie des Sciences, y muchas veces mostró su esperanza de que le permitiesen hacer una exposición en persona de algunos de sus resultados ante el Collège de France o la Universidad de Estrasburgo, con la que mantenía excelentes relaciones epistolares a través de Georges Valiron. Bloch, sin embargo, reconocía inmediatamente que “con toda probabilidad, no podrá ser posible durante un tiempo”.
Según los registros disponibles, André Bloch fue siempre un interno modelo y llevó una vida monástica con poca o ninguna interacción con el resto de internos o con la plantilla del manicomio, salvo para jugar alguna partida de ajedrez. Trabajaba en una pequeña mesa que habían instalado para él al final de un pasillo y no salía al exterior en el tiempo de recreo con el resto de internos diciendo que “las matemáticas son suficientes”.
Nunca mostró remordimientos por los asesinatos que cometió. El famoso psiquiatra Henri Baruk, en su no menos famoso libro Des hommes come nous, dedicó parte de un capítulo a hablar del “matemático de Charenton” (Baruk nunca se refiere a Bloch por su nombre) y a su “racionalidad morbosa” a la hora de describir cómo los asesinatos habían sido necesarios para eliminar esa rama de la familia que él consideraba defectuosa. Mucho más tarde Bloch llegaría a argumentar que sus acciones habían sido “una cuestión de lógica matemática. Había habido enfermedades mentales en mi familia. La destrucción de toda esa rama tenía que seguirse indefectiblemente”. Cuando su médico le contraargumentó, lo acusó de “lenguaje emocional” e insistió en que sus acciones se habían basado en su filosofía de “pragmatismo y racionalidad absoluta”.
André Bloch murió el 11 de octubre de 1948, de leucemia. Poco antes de su muerte recibió la notificación de que le había sido concedido el premio Becquerel de la Académie des Sciences. Hoy día su nombre se recuerda principalmente en el teorema de Bloch (y la constante de Bloch asociada) y el espacio de Bloch.
*Hoy día “Hôpital Esquirol”
Buah, cuando he visto que me notificaban un artículo nuevo de César, he venido corriendo. Con lo que me gustaban a mí, tres años ha sido una espera muy dura. Ojalá sea el inicio de una nueva y duradera racha de publicaciones.
Por la misma lógica, debería haberse suicidado, ¿no?